Ego¿yo?
    
             El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona.Aristóteles

Como dos polos de un imán, uno positivo y otro negativo,
las personas también cargamos con dos personajes en disputa.

Uno de ellos es el que se afana por el éxito material y el otro que aspira
a elevarse espiritualmente.

Dos personas conviven dentro ti.

Una es el ego: charlatán, exigente, histérico y calculador y
la otra es el ser espiritual oculto que oyes en raras ocasiones pero no le haces ni caso.

                 

El ego es la idea que cada uno tenemos de nosotros mismos.

Es decir, el ego es una idea por lo tanto no es real, lo hemos estado alimentando nosotros,
por nuestras experiencias en la vida, nuestros compañeros, nuestras circunstancias,
nuestros padres y hermanos.

Ejerce gran influencia sobre nosotros mismos y dejamos que controle nuestras vidas.

Nadie lo ha visto, se trata más bien de un fantasma que hemos ido creando.

En el ego tenemos todo lo que es prestado y lo hemos aprendido en la vida por nuestras experiencias.

En nuestro yo verdadero tenemos nuestras cualidades innatas.

El problema es que mantener esta ilusión nos impide ver nuestro yo verdadero, el que realmente nacimos
con él y forma parte de nuestra naturaleza.

El ego tiene una afán erróneo a presentarse a como te gustaría ser,en lugar de como es en realidad.

A esta máscara social le gusta la aprobación, quiere controlar situaciones y personas y se regocija en el éxito
porque vive en el temor.

Como ya hemos comentado en la aceptología, interpretamos  nuestras circunstancias de
forma egocéntrica, queremos que la realidad se adapte a nosotros.

Por otra parte, nuestro yo verdadero o espiritual es aquello invariable y permamente que constituye
la naturaleza de la persona.

La esencia es lo que hace que una persona o un objeto sea lo que es.

Durante nuestros primeros 3 o 4 años de vida, el niño manifiesta con todo su potencial interior esa esencia,
 entonces el niño es tierno, dulce, inocente,...

Cuando el ego empieza a controlar la tierna e inocente personalidad del niño, toda la belleza de nuestro yo
verdadero va  desaparenciendo, dando paso a los defectos psicológicos de cada ser humano.

En definitiva,  el ego y nuestro yo espiritual deben desarrollarse de forma armoniosa y equilibrada,
y esto da por resultado hombres y mujeres excepcionales.